Enric Sopena, el otro día en televisión, recordando (como siempre, sin venir a cuento: está obsesionado el tío) las palabras de Aznar "o se está con Bin laden, o se está con Bush", replica que ni con uno ni con otro.
Veo a este sujeto alzando el bolígrafo con el dedo meñique levantado, su estudiada pose de gravedad patricia, en consonancia con el impecable nudo de su corbata y el milimétrico peinado de su cabello blanco, que parece salido de un anuncio de tinte masculino, lo veo hablando con tono de profunda indignación moral cada vez que se refiere a la derecha, y la verdad es que siento verdadero asco. Sensación, supongo, no muy distinta a la que le producen a él Bush y Aznar, y que le retrata a la perfección. Así son los periodistas progres. Son capaces de proferir las mayores aberraciones y al mismo tiempo sentirse por ello moralmente excelentes.
La cosa sería para reírse, si no fuera porque su influencia nefasta contribuye a determinar las políticas que afectan a las vidas de millones de personas, y que promueven la eutanasia de Occidente previa sedación.