Julio Anguita, preguntado ayer en televisión por cómo ve la situación española, enumeró una serie de cosas que no le gustaban: El empleo precario, la mayoría de españoles que no pueden pagar sus hipotecas, las mujeres que cobran inferior salario a los hombres por hacer el mismo trabajo, la mujer que se queda embarazada y es despedida... En cambio, no mencionó el desempleo, que es con diferencia el mayor problema de la economía española. Por supuesto, recibió los aplausos de la claca que asiste al tendencioso y manipulador programa de Jordi González, una simbiosis perfecta de telebasura (momentos antes entrevistaban al hijo de Pajares) y propaganda progre aún más impúdica.
A Julio Anguita, pues, le preocupa que existan trabajadores temporales, casi siempre gente joven que tiene así la primera oportunidad de entrar en el mercado laboral, y adquirir la suficiente experiencia para luego acceder a empleos más estables. Desde luego que puede reducirse la temporalidad, liberalizando el mercado de trabajo. Pero el Sr. Anguita por descontado no está por esa solución; la defendida por él ya la conocemos. No es más que un intervencionismo dictatorial de la economía, con el consiguiente empobrecimiento de la mayor parte de la población, excepción hecha de los altos cargos del Partido.
En cuanto a la demagogia restante, hombre, que mucha gente se está viendo en apuros para cumplir sus compromisos con los bancos, no es lo mismo que decir que los problemas afectan a la mayoría, lo que es patentemente inverosímil. O que se den casos de irregularidades laborales y de empresarios sinvergüenzas, no significa que la mayoría de mujeres vean peligrar su empleo si se quedan embarazadas o que cobren menos que otro trabajador de distinto sexo pero igual categoría, antigüedad y horario. Sospecho que estas injusticias se dan en determinados tipos de cargos, pero dudo mucho que al líder comunista le inquieten más las penurias de una ejecutiva que las de una cajera de supermercado. En todo caso, no le auguro grandes éxitos compitiendo con ista, ista, ista, Zapatero feminista en su terreno favorito.
Mediocre, pues, el discurso de tan sobrevalorado líder político, aunque en comparación con Llamazares nos parezca Gramsci. Pero lo mejor fue la anécdota que contó como prueba de la capacidad autocrítica del comunismo. Resulta que cuando los tanques soviéticos entraron en Checoslovaquia para aplastar la Primavera de Praga, tres dirigentes del PCE se fueron a Moscú a decirle a Brézhnev en persona que no estaban de acuerdo con esa medida. Hacía falta -explicaba Anguita- no poco valor para semejante atrevimiento.
O sea, a ver si lo entiendo. Resulta que si cada día se reúnen a las puertas de la Casa Blanca cientos de manifestantes para expresar su desacuerdo con las políticas de Bush, ello es una muestra de la lucha popular contra el imperialismo. En cambio, cuando dirigentes de un partido comunista extranjero manifestaban en privado su discrepancia al presidente de la URSS, y además cagados de miedo, ello debe verse como una prueba del espíritu de autocrítica del comunismo.
Como sigan por ese camino autocrítico, me temo que acaben saliendo a la luz confesiones de comunistas que se muerden las uñas, o que no recogen los pelos después de ducharse. Nos esperan revelaciones sobrecogedoras.