El nuevo alcalde socialista de Tarragona, Josep Fèlix Ballesteros, entrevistado en el último boletín municipal, asegura haber conseguido cumplir el propósito de que "no faríem revenja històrica". Uno se pregunta qué motivos de revancha cabría abrigar contra los anteriores consistorios del convergente Nadal, como para poder presentar como un gesto de nobleza renunciar a ella. ¿Debe entenderse que el mero hecho de haber estado unos cuantos años los socialistas en la oposición ya constituye una especie de agravio histórico?
Eso sí, tras manifestar esos buenos (?) deseos, acto seguido no hace otra cosa que entrar en comparaciones (supuestamente basadas en comentarios populares) con el gobierno local anterior, y afirma gratuitamente que las demandas sin respuesta de la gente eran una de "las lacras del pasado". El caso es que apenas ocupado el cargo, exigió la dimisión de los líderes de la oposición (!), responsabilizándolos de un plan urbanístico cuyos aspectos impopulares no tiene la valentía de asumir o suprimir. ¡Menos mal que está libre de ánimos revanchistas!
Ballesteros asegura haber recibido "cartas de gente" agradeciéndole que la Part Baixa de la ciudad esté ahora más limpia. La semana pasada estuvimos mi mujer y yo con nuestros hijos en el parque de la Plaça dels Carros, y doy fe de que sigue siendo uno de los parques infantiles más sucios de la ciudad. Qué fácil es aducir el testimonio del autor del Lazarillo de Tormes...