La televisión autonómica catalana, a través del canal 33, emitió el pasado 14 de abril un documental sobre Terra Lliure favorable a esta organización terrorista. El CAC (Consell de l’Audiovisual de Catalunya), según su nota de prensa publicada hoy en su web, ha enviado un informe al director de la Corporació Catalana de Ràdio i Televisió, Joan Majó, advirtiéndole de “algunos problemas de encaje respecto de las misiones de servicio público que tiene encomendadas TVC”. En este informe critican que a los atentados se les denomine “acciones armadas” y a los terroristas “activistas” (¿de qué me suena esto?) así como que los testimonios favorables a la organización terrorista sean muy superiores en número a los críticos o simplemente neutrales, es decir, lamentan “la falta de pluralidad de visiones y opiniones”. Curiosamente, en esta misma nota de prensa se refieren a Terra Lliure como a la “organización armada”. Parece que el CAC es el primero en incurrir en lo que denuncia.
En mi opinión no debería existir el CAC. Si en cualquier medio de comunicación se traspasan los límites de la libertad de expresión, es decir, se cometen delitos o faltas tipificados como puedan ser injurias y calumnias o apología del terrorismo, simplemente se denuncia, y los jueces deciden si efectivamente se han producido esas infracciones de la ley. No me sirve el argumento de que los medios de comunicación públicos están investidos de una especial responsabilidad, por lo cual sería lícito un mayor marcaje sobre ellos. En primer lugar, las competencias del CAC abarcan también a las televisiones y radios privadas, y no lo olvidemos, tiene potestad sancionadora, por lo cual su mera existencia es una amenaza contra la libertad de expresión. Hoy han advertido a un medio público, mañana actuarán contra un medio privado, y a los que protesten se les recordará su apoyo a procederes como el actual. Si queremos ser coherentes en nuestra postura contraria al CAC, debemos serlo siempre, incluso cuando su intervención parezca más razonable. Parafraseando la conocida frase de la política americana, podríamos decir: “Son los precedentes, estúpido”. En segundo lugar, con el debate acerca de la deontología de los medios públicos, lo que se está esquivando es el debate mucho más profundo e importante acerca de si deben existir siquiera tales medios. Mi posición desde luego es totalmente negativa. ¿Qué necesidades sociales satisfacen las costosísimas televisiones públicas que el mercado no podría cubrir? Pero esto sería tema para otra entrada.
Dicho lo anterior, muchos estarán tentados de razonar más o menos como sigue: Sí, estamos contra el Consejo Audiovisual, pero al menos, en este caso concreto, su actuación ha sido correcta, y no debemos desaprovechar la oportunidad de utilizarla como demostración del sectarismo nacionalista de TV3. Pues bien, yo creo que su actuación no ha sido correcta en absoluto. En mi opinión, el documental emitido por la televisión catalana es una intolerable apología del terrorismo y sus autores deberían responder ante los tribunales. Pero el informe del CAC no incide tanto en esto (ya hemos visto que incluso la nota de prensa utiliza un lenguaje parecido al que supuestamente crítica), como en la falta de pluralidad. Es decir, que si se hubiera emitido un documental totalmente contrario a la banda criminal, hubiera podido ser acusado exactamente de lo mismo, por no presentar testimonios de terroristas o de sus ideólogos, por no “equilibrar” el punto de vista de las víctimas con el de sus verdugos.
La pluralidad es fruto de la libertad. Pero la creatividad de los gobernantes para restringir las libertades aparentando hacer todo lo contrario, no tiene límites. No debería sorprendernos que utilicen el concepto de pluralidad para cercenar libertades. Ya lo vienen haciendo con total descaro con los de igualdad o democracia (incluso, en el colmo del virtuosismo, con la propia palabra libertad) desde hace mucho tiempo. A principios de año, la Comisión Europea mostró su preocupación por la falta de pluralidad en los medios de comunicación. Algunos advirtieron rápidamente el afán regulatorio que se escondía apenas tras tan paternales desvelos por la información que reciben los ciudadanos. ¿Quieren libertad? Pues no intervengan. Unas buenas leyes antimonopolio bastarán para prevenir la excesiva concentración de medios. El ejemplo lo tienen en Internet, donde no existe una posición dominante en el flujo de la información, a pesar de (¿?) que los políticos todavía no han podido hincarle el diente. Aunque ganas no les faltan. Imagino el día en que alguna autoridad tan benévola como opresiva venga y me diga que mi blog no es nada plural. Que debo publicar un 50 % de entradas argumentando en contra del ideario que hasta ahora vengo defendiendo. Y que en mi blogroll faltan enlaces a El País, la Cadena Ser o Red Progresista. Porque espero que no llegue ese día, me opongo a esos hipócritas defensores de la pluralidad. No caigamos en la trampa de aplaudirles cuando creemos que nos benefician. No tardarán en pasarnos la factura.