Rosa Regàs ha impartido la lección inaugural del curso académico 2007-2008 en Tarragona, al lado de un tal Montilla. Desconozco quién es el responsable de su elección para este acto, pero por supuesto, para nada debemos ver en ella el más mínimo sesgo ideológico. Cierto que la escritora catalana dijo que se alegraba más de la derrota del Partido Popular que de la muerte de Franco, y que recientemente publicó un breve artículo (que podemos leer gracias al link de Martha Colmenares) en defensa de Hugo Chávez, pero precisamente eso nos demuestra su coherencia intelectual. Se alegra de que en España haya habido un cambio violento de gobierno, y defiende a un golpista el cual además, siempre que tiene ocasión, dice pestes de Aznar. Todo encaja.
Por cierto, sus “argumentos” en pro del déspota venezolano son antológicos. Citando fuentes tan exquisitamente neutrales como el gurú antiglobalización Ignacio Ramonet, o un think-tank progre como el Center for Economic and Policy Research (eso sí, no hay nada que excite más a los antiamericanos europeos que sentirse avalados por los antiamericanos americanos), la señora Regàs pretende convertir la catástrofe económica a la que está conduciendo el dictador populista a su país, en todo lo contrario, manipulando unos pocos indicadores socioeconómicos que o bien son engañosos, o bien no significan nada. Venezuela puede crecer un 12 %, pero de qué sirve eso si la inflación es del 17 %. Angola, perteneciente a la OPEP al igual que el país caribeño, tenía un crecimiento en 2005 del 15,7 %. Otros países africanos productores de petróleo, como Argelia o Nigeria, ostentan cifras superiores a las de Europa. ¿Qué significa eso por sí solo? Pues nada. Aunque lo peor no es lo que dice Regàs, sino lo que omite. Las violaciones de los derechos humanos, los asesinatos perpetrados por los matones chavistas, los cierres de medios de comunicación, los presos políticos, el rearme militar y el apoyo a guerrillas extranjeras, todo eso lo ignora olímpicamente, al tiempo que nos da una sobrecogedora lección de ética denunciando la hipocresía europea consistente en criticar lo que sus constituciones suelen admitir, la reelección indefinida de los presidentes de gobierno. Naturalmente, si George Bush planteara una reforma constitucional para presentarse a una tercera reelección, eso le parecería a nuestra novelista algo perfectamente digno del mayor respeto.
La lección inaugural impartida en Tarragona se titulaba (en catalán, excuso decirlo) “La cultura como transmisión de conocimientos”. No he tenido el placer (es un decir) de escucharla, pero a juzgar por el resumen del diario digital de la URV, su tesis es que la cultura, el conocimiento, nos hace más libres y nos permite cambiar la sociedad. Pues si el conocimiento es como el que demuestra ella de la economía venezolana, y los cambios a los que aspira son del tipo de los que promueve ese histrión megalómano por el que no oculta su admiración, pobre cultura. Y pobres nosotros, que tenemos que soportar que panfletistas ignorantes como esta señora usurpen el título de intelectuales.