sábado, 16 de marzo de 2013

La doctrina de la creación

Que el cosmos sea creado (y no algo que exista por sí mismo, al menos en su materia primigenia), es para muchas personas, creyentes y no creyentes, una pura cuestión de fe. Sin embargo, tenemos profundas razones para sostenerla. El filósofo de la ciencia Francisco J. Soler Gil va incluso más lejos al afirmar que el mero hecho de admitir la validez de una disciplina llamada cosmología, nos conduce a la doctrina de la creación. Pues, en efecto, lo que caracteriza a la cosmología es que considera el cosmos como su objeto de estudio, y basta con reflexionar sobre las implicaciones del concepto para llegar a la conclusión de que todo objeto tiene una causa. En contra de esto, los agnósticos o ateos más lúcidos han negado que el cosmos sea una realidad objetual, más allá de la mera adición lógica de todo cuanto existe. Pero esta posición no logra eludir graves problemas teóricos.

Soler ha desarrollado estas ideas en diversos artículos y libros, como Dios y las cosmologías modernas, citado más de una vez en este blog. Recientemente las ha resumido en una apasionante conferencia, de apenas 50 minutos, titulada "El cosmos como creación. Debates físicos actuales", pronunciada en la Universidad de Sevilla el pasado 11 de marzo. Aunque yo no asistí, un amigo me pasó una grabación en cuatro audios, que con el permiso del autor he colgado en Youtube. (Ver abajo.)

El argumento de Soler puede enmarcarse en la polémica entre las teorías del ajuste fino y las teorías del multiverso. Las primeras sostienen que las constantes y leyes físicas del universo conocido están ajustadas con una precisión micrométrica para permitir la existencia de vida inteligente. Variaciones inifnitesimales o muy pequeñas (en relación con el rango de variabilidad que es lógicamente admisible) en las masas de las partículas, en las intensidades de las fuerzas fundamentales y otras constantes, habrían dado lugar a un universo o demasiado inestable, o demasiado simple para albergar inteligencia. La conclusión más sencilla ante este hecho es que el cosmos ha sido diseñado con la finalidad de que apareciéramos nosotros. Sin embargo, los defensores del multiverso han propuesto una explicación alternativa. Existen numerosos o infinitos universos con leyes distintas del nuestro, en muchos de los cuales no puede surgir la vida inteligente. No es ninguna sorpresa que nosotros nos encontremos justamente en un universo que sí cumple los requisitos para la emergencia de organismos complejos.

El problema de la teoría del multiverso es que, o bien existe todo universo lógicamente concebible, por caótico o absurdo que parezca, o bien sólo hemos desplazado de nivel la cuestión de por qué este universo y no otro: por qué este multiverso y no otro. El físico sueco Max Tegmark apuesta por la primera y radical opción. Todo lo matemáticamente consistente es real, sostiene. Ahora bien, esta posición extrema tiene consecuencias poco deseables. Pues matemáticamente no hay ningún impedimento para que, en este mismo instante, los muebles y demás objetos de la habitación en que nos hallamos empiecen a volar por el aire y vuelvan a posarse en su lugar, como si nada hubiera pasado. Cada minuto de "normalidad" es sencillamente un milagro, es decir, algo matemáticamente posible, pero que no podemos garantizar, ni remotamente, que se vaya a verificar en el minuto siguiente.

Conclusión: la teoría de la creación es la más razonable, la que más se corresponde con el hecho de que el universo no sólo parece diseñado para la existencia de vida inteligente, sino que cumple este propósito con las leyes más simples, incluso en aquellos casos en que esa simplicidad no es requisito imprescindible para la aparición de la inteligencia.

Ahora bien (y esto es ya una reflexión personal), para llegar a esta conclusión podemos incluso ahorrarnos el extravagante rodeo de la discusión del multiverso. Pues del mismo modo que pueden existir todos los universos, también puede existir sólo uno o algunos. O dicho de otro modo, para que exista alguno de los caóticos y delirantes universos posibles que necesariamente incluye el universo matemático de Tegmark, no hay ninguna necesidad de que existan todos los demás. Nuestro universo podría ser, incluso permitiendo nuestra existencia, mucho más caótico de lo que es, hasta extremos perfectamente oníricos o demenciales. El hecho de que no sea así, de que haya un orden, no podemos darlo por sentado (aunque lo haga el 99,9 % de la humanidad, el 99,9 % del tiempo); no tenemos ninguna razón para ello, salvo que subyazca un propósito inteligente.

El orden, por sí mismo, es indicativo de inteligencia, y desde que el monoteísmo entró en la historia de las ideas, así se ha entendido. Sin duda, el paso del mito al logos en la antigua Grecia fue una revolución intelectual. Pero, bien mirado, más radical fue la aparición del pensamiento monoteísta. Pues tanto las antiguas cosmogonías egipcia, mesopotámica y griega, como las especulaciones de los filósofos presocráticos, tenían en común el supuesto de un caos original, del que habría surgido el orden. El judeocristianismo invierte este esquema, haciendo surgir el orden del Logos, como agudamente señala Soler en el arranque de su charla. Las especulaciones sobre el multiverso demuestran que si partimos del caos, este termina siempre reapareciendo en nuestras conclusiones.

Espero que disfrutéis tanto como yo con esta fascinante conferencia.