Santiago Navajas ha escrito una entrada rotundamente equivocada. Iba a decir "desafortunada", pero qué leches, dejémonos de medias tintas. No es nada personal, pero hay cosas que me sublevan. Una de ellas es el opinante que se las da de cínico que dejó de creer en Papá Noel hace tiempo y se permite frivolizar con cualquier tema desde un supuesto realismo descarnado. Resumiendo, Navajas nos propone que se negocie con Artur Mas un precio por la separación de Cataluña. Es decir, que el gobierno español le pregunte cuánto estaría dispuesto a pagar por ella.
Hay una primera objeción evidente, aunque no sea la primordial. Y es que los nacionalistas dicen que Madrid les "roba". ¿Cómo van a aceptar pagar nada a cambio de la separación? La quieren gratis, y a ser posible que encima España indemnice a Cataluña por tantos siglos de opresión.
Pero lo grave es que Navajas piense que España podría salir ganando con la secesión de Cataluña. Que piense que deshacer España puede calcularse en dinero, o que vale la pena a cambio de que los castellanohablantes vean reconocidos derechos que nunca han dejado de tener, y no por ello el gobierno catalán ha respetado. Es decir, que piense que después que llevan décadas conculcando derechos, sería buena idea premiar a los nacionalistas por ello, ofreciéndoles un Estado propio. ¡Iban a respetar ningún acuerdo siendo independientes, cuando no lo hacen ahora, que están supuestamente oprimidos por Madrid!
A Santiago Navajas no se le ocurre que la unidad de España pueda implicar algún bien más allá de consideraciones pragmáticas. Y con total atrevimiento califica de "estúpida visión religiosa", propia de sujetos "feos, católicos y, sobre todo, sentimentales", cualquier concepción que cuestione un enfoque poco más que crematístico del asunto. Claro que en los últimos párrafos parece asustarse un poco de su propia osadia, y se niega a ser consecuente hasta el final. No negociaría el exterminio de los judíos con Hitler, ni la segregación racial con el KKK. ¡Bienvenido a la estúpida concepción religiosa, según la cual hay cosas que no se pueden comprar ni vender! Si lo saben hasta los de MasterCard...
La unidad de España no me parece sagrada, en sentido estricto, aunque yo, a diferencia de S. Navajas, sí crea en una dimensión sacra de la existencia. Sin embargo, tenemos el hecho de una continuidad cultural, desde hace unos mil quinientos años, a la que llamamos España, que nos ha permitido llegar al siglo XXI, con todas las vicisitudes que se quiera, estando entre los diez o doce países del mundo donde se vive mejor. Y algo de notable tendrá nuestra historia para que la lengua española sea hablada por más de cuatrocientos millones de personas en el mundo. Podemos seguir considerando que el Quijote es solo un personaje "patético" (debe hacer bastante tiempo que lo leyó por última vez), y que los únicos que saben hacer bien las cosas son los ingleses, con su "espíritu de tenderos" -aunque empezaron por la piratería; por cierto, qué coincidencia, asaltando nuestros barcos. Es decir, podemos continuar creyéndonos la Leyenda Negra que pergeñaron nuestros rivales, y que se halla, en buena parte, en el origen del autoodio español, el cual a su vez es la madre de todos los nacionalismos separatistas. Acabaremos actuando en ese caso como aquella viuda que vende la valiosa biblioteca de su marido a un anticuario avispado, por cuatro chavos. Total, ¿para qué tantos libros viejos, que no son más que un criadero de polvo? Si nosotros no apreciamos el valor de nuestra historia y nuestra cultura, otros países sí lo hacen, y qué casualidad, no les va nada mal.
Observa S. Navajas que la multiplicación de los lazos y los intereses comerciales contribuye a disminuir las guerras. En efecto, los nacionalismos, como es sabido, han sido históricamente defensores de las barreras proteccionistas, uno de los factores que, en los años treinta, contribuyeron a desencadenar la Segunda Guerra Mundial. Pues bien, de ello deduce S. Navajas... ¡que hay que negociar con los nacionalistas para ayudarles a conseguir que haya un estadito más en el mundo, con sus fronteritas, sus arancelitos y sus soldaditos! Como dijo Lenin, "los burgueses nos venderán la soga con la que los ahorcaremos." Más exactamente se refería a quienes confunden el liberalismo con los negocios, cuando se trata de cosas muy distintas. El liberalismo, ciertamente, es bueno para los negocios, pero mucho más lo es para el conjunto de los ciudadanos. Lo realmente bueno para los negocios, es decir, lo que ha permitido a muchos enriquecerse sin necesidad de competir ni innovar, no es el liberalismo, sino tener los contactos políticos adecuados, y si es posible, en un marco dictatorial donde la opinión pública no pinta nada. Así que es muy posible que, después de todo, la secesión de Cataluña pudiera ser un buen negocio para unos pocos. Pero no, desde luego, para la inmensa mayoría de catalanes, ni para el resto de los españoles.