sábado, 25 de septiembre de 2010

La Uno o la pornografía emocional

Según Umberto Eco, la manipulación televisiva, para guardar las formas, sólo requiere de un sencillo procedimiento. Basta con que a las críticas de la oposición sigan invariablemente las réplicas del gobierno, de manera que éste siempre tenga, mediáticamente, la última palabra. Si bien la apariencia es de ecuanimidad, por cuanto se ofrecen dos opiniones contrapuestas, el que aparezcan sin excepción en el mismo orden (oposición y gobierno; nunca al revés) es lo realmente decisivo, desde un punto de vista propagandístico. Toda opinión contraria al gobierno debe ser contrarrestada acto seguido por otra favorable. Es lo que llaman pluralismo.

La televisión pública española emplea este método de manera sistemática, pero por lo visto, no es suficiente. Viene a cuento recordar los casos de flagrantes servicios al régimen socialista, tanto en la etapa felipista como en la actual. Desde las imágenes de los goles de Butragueño contra Dinamarca, intercaladas "por error" con las siglas del PSOE (uno de los muchos méritos contraídos por la causa del entonces director de informativos, Enric Sopena), hasta el montaje de Abu Ghraib con la aparición estelar de Mariano Rajoy (también un "error", claro), el nivel de desvergüenza de algunos que se llaman sí mismos profesionales de la información no parece tener límite.

Sin embargo, mucho más grave que esos casos esporádicos, aunque reveladores, es esa manipulación cotidiana y sutil que va calando insensiblemente en millones de espectadores que, por su bajo nivel cultural, carecen de otro alimento informativo. (Para los de estudios medios y superiores, ya está El País.) El método descrito por Eco es básico, pero existe otro que en mi opinión es más importante aún: La selección de la noticia con la cual se abren los informativos. Aquí el grado de colaboración entre la televisión pública y el gobierno, que programa cada una de sus manifestaciones en función del horario televisivo, es sencillamente nauseabundo.

Este sábado 25 de setiembre, por ejemplo, el informativo de las tres en La Uno, tenía ante sí varias posibilidades. Naturalmente, el manual de estilo prohíbe taxativamente comenzar el Telediario con las críticas de la oposición a los presupuestos. Una opción eran las riadas en el Maresme (los fenómenos meteorológicos siempre son muy populares), pero hay que reconocer que esto hubiera resultado aburridamente fácil para estos virtuosos del sectarismo. Así que han abierto con la noticia de que la Seguridad Social ayudará a los padres con niños hospitalizados por enfermedades graves, para que puedan acompañar a sus hijos las veinticuatro horas. En el mejor estilo de Informe Semanal, han montado un reportaje lacrimógeno en el que nos muestran tres casos conmovedores de pequeños con cáncer u otras dolencias terribles, además de entrevistas a un director general, un médico y una representante de una asociación de afectados. Mientras nos cuentan las historias de estos niños con nombre propio, se nos recuerda que "tres de cada diez padres pierden su empleo ante una enfermedad grave infantil". Todo esto, no lo olvidemos, en la apertura de un noticiario, donde se supone que prima la actualidad inmediata sobre temas que precisamente por su seriedad, merecen un tratamiento alejado de impúdicos sensacionalismos.

El objetivo emocional consiste evidentemente en sugerir en la mente del espectador una pregunta más o menos como la siguiente: ¿Qué monstruo desalmado podría oponerse ya no a esta medida, sino a un gobierno tan sensible que se desvela por los padres de "pequeños enfermos", en los que nadie hasta ahora, al parecer, había reparado? Y la respuesta, abruptamente, llega en la siguiente noticia, que ahora ya sí, convenientemente preparados los ánimos, nos presenta las críticas de la oposición, a la que por supuesto le importan un pimiento los niñitos con cáncer, y solo piensa en el poder. Ni que decir tiene que tras las declaraciones de parlamentarios opositores, vienen las oportunas réplicas de un miembro del gobierno, según el método descrito por el autor de El nombre de la rosa. Que el pluralismo no decaiga. Y mañana, otra ración de pornografía emocional.