
Todos estamos de acuerdo, creo, en que matar o robar es inmoral, y deben ser considerados delitos perseguibles por el Estado. Quienes hablan de libertad moral, evidentemente no pretenden que los asesinos y los ladrones queden impunes, sino que niegan que determinados actos sean inmorales, y por tanto abogan por que el Estado deje de perseguirlos. Por tanto, no hay verdadera analogía entre la defensa de la libertad económica y la moral, porque en el primer caso, se cuestiona por principio el derecho del Estado a interferirse en las actividades económicas, mientras que en el segundo, no.
Si yo creo que el aborto es una grave inmoralidad, se podrá estar de acuerdo o no conmigo, pero no se me podrá acusar de incoherencia en mis principios liberales si afirmo que el gobierno debe prohibir tales conductas (o mejor dicho, debe perseguir conductas que están prohibidas por la moral y el derecho, en rigor el gobierno no es nadie para decidir lo que debe prohibirse o no). Por tanto, carecen de sentido esos diálogos de sordos en las que unos debatimos en términos morales, y otros en términos políticos. No se trata aquí de ver quién es más liberal, sino de si podemos moralmente eliminar una vida humana a las doce semanas de gestación, sin una razón extrema. No me salgan con que cada cual decida, porque eso ya es dar por resuelto precisamente lo que se está discutiendo, si un aborto debe considerarse delito o no. Quien opine que no lo es será acaso un liberal favorable al aborto, pero no es más liberal que los liberales contrarios al aborto.
Otra cuestión es si determinadas filosofías éticas favorecen más o menos, en la práctica, las justificaciones del papel del Estado. En mi opinión está claro que el relativismo moral siempre será usado por los gobernantes en su propio interés, y por tanto, no siempre quien más se llena la boca en defensa de la libertad individual es quien más la favorece en la práctica.