Según el estudio de unos investigadores ingleses, basado en el seguimiento de miles de niños durante cinco años, los hijos de familias no sustentadas por el padre (bien porque está "desaparecido en combate", o porque solo trabaja la madre, o porque ambos progenitores están desempleados) presentan mayores problemas de comportamiento.
El artículo periodístico a través del cual he sabido de la existencia de este estudio se titula "Madres trabajadoras, vuestros hijos están bien". Se trata a todas luces de un ejemplo típico de cómo presentar las conclusiones de un estudio científico para que no parezca que pueden cuestionar las certezas biempensantes de la corrección política.
Desde luego, el estudio tampoco concluye lo contrario de lo que afirma el titular. Parece que la situación ideal es aquella en que tanto la madre como el padre trabajan fuera de casa, lo cual no puede sorprendernos demasiado, pues está relacionado con el nivel de ingresos. Por lo general, los niños crecerán mejor en un hogar ordenado de clase media que en uno donde el padre se pase la mayor parte del tiempo en el bar, o al que ni siquiera conozcan.
Pero resulta ciertamente ridículo el esfuerzo de poner el énfasis en el aspecto tranquilizador del estudio, en aquello que no perturba los dogmas del progresismo, y dejar para el apartado de detalles secundarios aquellas conclusiones que encajan con más dificultad en el cuadro idílico de la igualdad de género, en el que la figura del padre y la madre son estrictamente intercambiables y las diferencias sexuales son meros roles convencionales. La experiencia parece demostrar que no es así, que los niños crecen más sanos con una madre y un padre, siendo este último quien aporte la principal fuente de ingresos. Los mocosos son así de políticamente incorrectos.