Cerca del 90 % de los españoles ya ha vivido más tiempo en democracia que bajo la dictadura franquista; faltan pocos años para que sea el 100 %. Más del 60 % nació después de la muerte de Franco, o bien no gozaba todavía de uso de razón cuando esta se produjo. Ello no es obstáculo para que el discurso político del PSOE siga identificando habitualmente a la derecha con el régimen político anterior, poniendo en duda su pedigrí democrático. Esta práctica insidiosa procede, curiosamente, de un partido político que desde sus orígenes, y hasta poco antes de la muerte de Franco, defendió la dictadura del proletariado; que colaboró con la dictadura de Primo de Rivera; que intentó implantar por la fuerza de las armas una dictadura en 1934 y que durante los cuarenta años de dictadura franquista apenas dio señales de vida. Por lo demás, muchos altos cargos del PSOE y personalidades afines son hijos de miembros del régimen de Franco, cosa absolutamente normal, pero que se opone a cualquier tentación de extraer conclusiones generales de circunstancias similares, en relación con militantes del PP.
La izquierda siempre ha pretendido monopolizar la democracia, como si fuera invención suya, o peor aún, como si fuera su propiedad. En esto consistió el drama de la República, que terminó en la guerra civil. Pero la izquierda se niega a aprender. Ella sigue adjudicándose la prerrogativa de definir qué se entiende por "derecha democrática", es decir, aquella que asume lo esencial de la cosmovisión de izquierdas, y solo se permite algún leve matiz diferenciador en la política económica. Una cierta derecha oportunista se presta encantada a este vasallaje, coquetea con el ecologismo, el feminismo y la socialdemocracia, colaborando así en la exclusión de la vulgar ultraderecha, que se atreve a cuestionar los ídolos de la tribu políticamente correcta: Son esas personas incómodas que se pronuncian en contra del aborto, a favor de la familia tradicional, ponen en duda el cambio climático y hablan sin melindres "sociales" a favor de la propiedad privada y el libre mercado.
Ahora bien, la posición que se adopte en esos temas, sea cual sea, no es en sí misma democrática ni lo contrario. Los pro vida, por ser tales, no son más demócratas que los pro abortistas, ni viceversa. Los escépticos climáticos no son ni más ni menos demócratas que quienes creen a pies juntillas que en la última tormenta tropical tiene algo que ver el CO2 emitido por la industria. La única manera inequívoca de poder desprestigiar al contrario con la acusación más o menos velada de autoritario (facha), es relacionarlo con un período histórico concreto. Y aquí es donde la izquierda española goza de una indudable ventaja. En España hubo una dictadura de derechas durante cuarenta años. En cambio, la única dictadura de izquierdas duró solo de 1936 a 1939, en los territorios dominados por el Frente Popular durante la guerra civil. Y la izquierda ni siquiera reconoce que fuera una dictadura. Es por tanto mucho más fácil relacionar a la derecha con el autoritarismo, que no a la izquierda. Franco es aún un espantapájaros utilísimo.
Ante esto, el error típico de la derecha es "mirar al futuro", como si le conviniera que olvidemos el pasado. En realidad, lo que debería hacer es recordar siempre que sea oportuno cómo surgió la dictadura de Franco, que no fue más que una reacción contra una dictadura de izquierdas en ciernes. Esto es algo muy distinto de justificar el franquismo. Precisamente porque todas las dictaduras son aborrecibles, debemos estar prevenidos contra los milenarismos que acaban conduciendo a regímenes autoritarios o totalitarios, qué más da si de forma directa o indirecta. Bien es verdad que durante el siglo XX, las dictaduras más largas y sangrientas han sido predominantemente de izquierdas. La historia es en sí misma la refutación de la idea según la cual la izquierda, a diferencia de la derecha, es intrínsecamente democrática.
domingo, 5 de junio de 2011
El espantapájaros franquista
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