Hace varios años, una conocida marca de tampones higiénicos puso en marcha una campaña publicitaria basada en el eslogan "No pasa nada". La evidente intención era intentar influir en los hábitos de las españolas, más acostumbradas a las tradicionales compresas. Para ello mostraban a chicas que transmitían sensación de despreocupación y comodidad mientras se suponía que utilizaban el producto de la compañía anunciante. "No pasa nada", proclamaban con expresión de (casi sospechosa) radiante felicidad.
Este lema resume a la perfección la táctica de la izquierda contra quienes desconfían de sus propósitos y de sus métodos. Si alguien se escandaliza por la llegada al poder del brazo político de ETA, los voceros del PSOE, principal culpable de que hayamos llegado a esta situación, tratarán de ridiculizar las críticas, asegurando que todo se enmarca dentro de la normalidad democrática. Si alguien cuestiona que sea indiferente que los niños sean criados por sus padres biológicos o por un "modelo alternativo de familia", se le ridiculiza también, caricaturizándolo como un personaje desfasado e incluso atrabiliario, que se empeña en buscar problemas donde no los hay. Si alguien protesta por que niñas de dieciséis años puedan abortar legalmente sin alegar ningún motivo, y sin que ni siquiera sus padres tengan conocimiento de ello... En fin, se le replicará: ¡No pasa nada!
La concepción del mundo subyacente a esta alegre despreocupación, para la cual nada es realmente grave, nada es sagrado, es fácil de resumir: Somos un accidente de la materia, y por tanto el que las cosas se juzguen de un modo u otro es puramente subjetivo, opinable, discutido y discutible. En última instancia, es literalmente cierto que nunca pasa nada nuevo, porque todo es reducible a movimientos de átomos en el vacío (sustitúyase el viejo dogma epicúreo por la más reciente formulación de la física).
Esto no significa que la coherencia con esta ideología sea habitual. Los mismos que ven natural negociar con organizaciones terroristas son proclives a las demostraciones de indignación moral cuando las víctimas caen del lado políticamente correcto; verbigracia, en Palestina. Quienes defienden el aborto como un "derecho" de la mujer acostumbran a ser contrarios a la pena de muerte, cuestión en la cual presumen de una exquisita consciencia ética.
Entendámonos: quienes sin cesar proclaman que no pasa nada, en la práctica se arrogan la facultad ilimitada de decidir cuándo pasa algo y cuándo no. Nada tiene importancia hasta que les convenga que la tiene. Cualquier cosa puede ser clasificada dentro de la normalidad, siempre y cuando sean ellos quienes definan qué es lo normal. Acto seguido, lo que procede es reírse de aquellos a los que ciertas cosas nunca nos parecerán normales, para poco a poco ir transformando las mentalidades, los hábitos, las costumbres, creando así una nueva normalidad. La ingeniería social pasa necesariamente por el no pasa nada. Antes de eliminar las "vidas inútiles" mediante la eutanasia estatalizada, se necesita una labor de "sensibilización" (como ahora se llama a la propaganda), de desacralización de la dignidad humana; de restar seriedad a las cuestiones más trascendentes, convirtiendo lo que son graves decisiones en meras opciones burocráticas.
Contra el No pasa nada, debemos ser rotundos: Sí pasa algo, no da todo igual, no es normal que los terroristas lleguen a alcaldes; no es normal abortar; no es normal que los médicos maten; no es normal que en la escuela se hable de los derechos humanos y en lugar de mencionar los países donde estos son violados de manera tan brutal como cotidiana, se inculque que la democracia formal occidental es poco menos que un engaño. No es normal que las mujeres vayan tapadas de pies a cabeza, ni aquí ni en Afganistán, salvo si definimos la normalidad en un sentido meramente estadístico. Claro, en función del punto de vista geográfico o cultural, todo puede ser normal, desde el asesinato con arma de fuego hasta la ablación del clítoris. No me sorprendería que las abuelas somalíes también sostengan algo parecido: Total, una pequeña intervención; pero si no pasa nada.