Las iniciativas que en varios municipios catalanes tratan de prohibir el burka y el nikab (velo integral) alimentan un debate en el cual ya he expuesto mi opinión antes, y no me voy a repetir. Pero hay otro aspecto que conviene no olvidar. A los que niegan que se trate de un problema urgente, que valga la pena legislar sobre un fenómeno que por ahora es más bien raro en nuestra geografía, yo les pregunto: ¿Debemos esperar a que en nuestras calles proliferen los burkas y similares? ¿Será entonces más fácil o más difícil legislar sobre ello?
Creo que haríamos bien en aprender de las experiencias de otros países europeos, como Inglaterra, donde demasiado tarde se están dando cuenta de que ciertas nociones falsamente liberales les han conducido a albergar en su seno a una comunidad radicalmente antiliberal, cada vez más crecida e insolente, que apenas oculta sus pretensiones de implantar la ley islámica (en algunos barrios rige de facto), ya sea por métodos democráticos, demográficos, violentos o -lo que es más probable- una mezcla de todos ellos. Actuemos ahora, antes de que sea demasiado tarde.