domingo, 27 de junio de 2010

¿La homosexualidad se cura?

El Departamento de Salud del gobierno autonómico catalán está investigando a una clínica de Barcelona (Policlínica Tibidabo) que al parecer ofrece tratamientos para "curar" la homosexualidad. Al poco de conocerse esta noticia, el presidente de CiU en el Congreso, Duran Lleida, escribió una entrada en su blog, en la cual decía en esencia lo siguiente:

1º: Él no piensa que la homosexualidad sea una enfermedad: "Jo mai he dit que l'homosexualitat sigui una malatia".

2º: Con todo, cree que si se anima y aplaude a quien "sale del armario", debería existir también la libertad inversa de que el homosexual que quiera dejar de serlo, pueda requerir ayuda profesional.

3º: Le sorprende la celeridad con la cual se ha investigado a las clínicas que supuestamente tratan la homosexualidad, comparada con la desidia en perseguir a las clínicas abortistas ilegales.

Como era de prever, las organizaciones de homosexuales no han tardado en rasgarse las vestiduras y en anunciar acciones judiciales contra quienes todavía sostienen que la homosexualidad es una enfermedad (posición que, como acabo de mostrar, no es la de Duran Lleida.)

Mi pregunta es: ¿Se podrá decir algo racional, sin actitudes prejuiciosas sobre el tema, sin que automáticamente el proguerío clame al cielo contra la homofobia, por el mero hecho de no repetir los cuatro tópicos políticamente correctos? Lo dudo mucho, pero a pesar de todo voy a intentarlo, de la manera más sintética posible, con las siguientes proposiciones:

1. Más allá de que exista una definición política o académica de un término (por ejemplo, enfermedad) intelectualmente la cuestión puede ser debatible.

2. La libertad de pensamiento implica que existe el derecho a sostener que la homosexualidad es una enfermedad, incluso aunque la mayoría de la profesión médica no esté de acuerdo. ¿No se permite a algunos chalados que difundan la idea de que el sida no es una enfermedad vírica, sino un invento de las farmacéuticas para hacer negocio?

3. Con todo, personalmente no creo que la homosexualidad sea una enfermedad. Pienso que es una característica de tipo genético, no adquirida, como lo es ser zurdo, por ejemplo (yo lo soy). Esto excluiría cualquier tratamiento psicológico o bioquímico de la homosexualidad, al igual que hace muchos años que los pediatras desaconsejan a los padres y educadores que traten de forzar a los zurdos a que usemos la mano derecha.

4. En cuanto a tratamientos de tipo genético (preventivo o eugenésico), aunque existieran razones para pensar que es más conveniente ser diestro y heterosexual en una sociedad compuesta mayoritariamente por diestros y heterosexuales, por razones éticas me parecería monstruoso que se planteara eliminar a zurdos y homosexuales, mediante ingeniería genética.

5. En conclusión, a la pregunta ¿la homosexualidad se cura? en mi opinión sólo cabe contestar que no tiene sentido, porque no se trata de una enfermedad, pero es lícito que haya quien piense de manera distinta, del mismo modo que es lícito el creacionismo, la creencia en la astrología o en el psicoanálisis jungiano.

6. No es cierto que considerar la homosexualidad como una enfermedad conduzca inevitablemente a políticas discriminatorias o que atenten contra los derechos humanos. Esto sólo ocurre desde el momento que admitimos que el Estado debe velar por nuestra salud. Que un homosexual acuda libremente a una clínica privada para "curarse" de su orientación sexual, es algo absolutamente lícito, lo consideremos una decisión acertada o no. Lo que sería inadmisible es que el Estado obligara a los homosexuales (incluso aunque se tratara de enfermos, como por ejemplo las personas obesas) a someterse a un tratamiento, o que propugnara alguna suerte de eugenesia. (Caso distinto es el de las enfermedades mentales que son peligrosas para terceras personas.)

7. Dicho lo anterior, coincido con Duran Lleida, sin que sirva de precedente, en sus puntos 1º y 3º (este último muy bien traído). En cuanto al 2º, me parece muy mal expresado, porque no tiene nada que ver que una persona reconozca, aunque sea tardíamente, su orientación sexual (que es lo que significa "salir del armario") con que una persona quiera cambiarla (sea por la presión sociofamiliar, sus ideas morales, o cualquier otro motivo). Pero estoy de acuerdo en que, sean cuales sean las razones por las que un homosexual pueda tomar esa decisión, debe ser libre de hacerlo, aunque pensemos que se equivoca y que más le valdría, para su felicidad, aceptarse como es. Y por supuesto, en correspondencia deben ser libres las clínicas privadas de ofrecer sus servicios a esas personas, de la misma manera que aceptamos que haya clínicas de cirugía estética que se forran gracias a ideas sobre la belleza corporal que nos puedan parecer discutibles, pero en todo caso atañen a la libertad de personas adultas de hacer lo que quieran con su salud y su aspecto físico.

8. Otro tema distinto es el de la confusión entre la no discriminación de los homosexuales, y la ideología que se traduce en políticas educativas y culturales en las que se otorga el mismo valor a todos los comportamientos sexuales, en un claro intento de relativizar el papel de la familia basada en la monogamia heterosexual, lo cual conduce a un vacío que, oh casualidad, acaba llenando el mismo Estado que promueve dichas políticas. Yo puedo pensar que los creacionistas tienen perfecto derecho a difundir y enseñar sus ideas, pero me parecería inaceptable que oficialmente se les concediera el mismo valor que a la teoría de la evolución, y que los libros de texto, los museos de ciencias naturales, los documentales, etc, estuvieran obligados a mostrar en pie de igualdad las teorías creacionistas, para no ofender a sus seguidores. Pues bien, algo muy parecido ocurre con la pedagogía progre, obsesionada por inculcar a los niños cuanto antes que la homosexualidad es algo tan normal y deseable como la heterosexualidad, como si ésa fuera la única manera de promover la tolerancia. Error mayúsculo (aunque no inocente) pues precisamente la tolerancia se demuestra ante aquello que no nos gusta. Y es que la dictadura de lo políticamente correcto se caracteriza por ser absolutamente intolerante con todo aquello que no le gusta, es decir, con todo aquel que discrepa de sus postulados.

10. Con ello no quiero decir que deba abandonarse la lucha por los derechos humanos de los homosexuales (lo que niego es que existan unos derechos específicos de los homosexuales). Al contrario, creo que en los países islámicos sigue siendo vital.

11. Por último, estoy convencido de que un homosexual puede estar perfectamente a gusto consigo mismo, y al mismo tiempo coincidir con todo lo que aquí afirmo. Si alguno se siente ofendido, no será por su orientación sexual, sino por su condición de progre. Pero esto sí que se puede "curar".