sábado, 20 de febrero de 2010

Nuestro moralismo barato de cada día

Ayer escuché en la tele a alguien que hablando de Arco decía: "El arte debe ser crítico". Lo primero que me pregunto cuando oigo tópicos tan sobados es ¿y por qué? Que yo sepa, cuando Miguel Ángel pintó la Capilla Sixtina o esculpió el David no pretendió ser crítico. En primer lugar, el arte debería ser arte, y si es así, ya cumple un mínimo requisito moral: No ofender al público.

También se dice que los humoristas deben ser críticos, y tampoco sé muy bien por qué. Yo pensaba que la función principal del humor es hacer reír, no dar lecciones éticas. Experimento una especial prevención hacia los humoristas gráficos de los periódicos. Aunque los hay por supuesto muy brillantes, la mayoría están estropeados por la absurda idea de que han de transmitir un mensaje supuestamente crítico. Sin ir más lejos, el chiste de Idígoras y Pachi de El Mundo de hoy ilustra (nunca mejor dicho) lo que quiero decir:


El recurso facilón de "golpear la consciencia de Occidente" para que el lector occidental, paradójicamente, se sienta muy culpable y por tanto muy bueno, produce ya hastío. Pero lo que asquea de verdad es la nulidad intelectual subyacente. Así que Occidente es culpable de la ruina de un país que ha pasado de un régimen soviético a otro islamista, y que ahora se halla en una verdadera guerra civil, entre los talibanes apoyados por los servicios secretos paquistaníes, y el gobierno relativamente democrático sostenido por diversos países liderados por los Estados Unidos -con España, según el gobierno, encargada del reparto de aspirinas...

Por cierto, no creo que los talibanes permitieran siquiera las diapositivas, no digamos el PowerPoint, ni la música, que como es sabido llegaron a prohibir durante su pasada dominación. Pero como somos muy buenos (muy críticos) repitamos todos juntos "no-a-la-guerra, no-a-la-guerra", y los problemas se solucionarán como por ensalmo.