domingo, 14 de junio de 2009

Una mentira dentro de una mentira dentro de una mentira dentro de...

En otro país de Occidente, el informe del químico Antonio Iglesias, o las afirmaciones sostenidas por el abogado José María de Pablo en otro libro reciente, habrían provocado una hecatombe política sin precedentes.


El socialismo parte de la idea de que la restricción de la libertad individual por el Estado es el único medio para garantizar mayor bienestar para todos. Esta es la primera gran mentira, la más exterior o abarcadora. Pero por supuesto, los socialistas no lo plantean con tal crudeza. Ellos consiguen confundir los conceptos de libertad y bienestar de tal modo que formulan su principio aproximadamente así: A más Estado, mayor libertad y bienestar. Lo cual ya no sólo está refutado por la experiencia, sino que es un contrasentido, una imposibilidad lógica: Segunda mentira. (También la primera mentira es tal vez un contrasentido, pero eso nos llevaría por derroteros filosóficos más arduos.)

Ejemplos de las mentiras tercera, cuarta…, enésima, los estamos teniendo a diario, en el contexto de la crisis económica. Antes de las dos últimas citas electorales, hemos comprobado cómo según el gobierno, no había crisis. Pero aunque hubiera crisis, España era el país mejor preparado para afrontarla. Y si el mal aspecto de la situación es de una evidencia insoslayable, nos dicen que ya apuntan los síntomas de recuperación (“brotes verdes”), que estamos en el buen camino, que vamos hacia un nuevo modelo económico… Bien, incidentalmente, esto último puede que acabe siendo cierto. Puede que nos estemos precipitando hacia un modelo argentino, o sin ir tan lejos, andaluz, con una sociedad cada vez más dependiente de la administración, y por tanto más incapaz de crear riqueza y competir en un mundo globalizado.

Ellos lo llamarán una sociedad más solidaria y sostenible, claro, envolviendo la mentira con otra mentira. La crisis se convertirá entonces en crónica, pero ya no se llamará crisis, constituirá la normalidad, y cualquier propuesta alternativa que no pase por profundizar aún más el modelo estatista, será rechazada como el infierno ultraliberal que ninguna persona decente se supone que desea.

Ahora bien, la mentira socialista deja pronto atrás el ámbito económico, el más genérico, internándose en otros como son los del pacifismo, el ecologismo, la ideología de género, etc. Especialmente relevante, en la actual coyuntura española, es la mentira pacifista. Ella está en la raíz de la victoria del PSOE en las elecciones del 14 de marzo del 2004, que le dieron el poder gracias a que se relacionó el 11-M con la guerra de Iraq, tras un proceso de meses en el cual se había criminalizado al gobierno de Aznar por participar en la amplia coalición internacional que, liderada por Estados Unidos, invadió el país árabe y derribó la dictadura de Saddam Hussein.

Es mentira que la Alianza de Civilizaciones (es decir, el diálogo con estados que ni son democráticos ni comparten nuestras concepciones de libertad individual y derechos humanos) favorezca un mundo más justo y pacífico. Por tanto, aunque el 11-M hubiera sido un atentado de Al-Qaida para debilitar la coalición Bush-Blair-Aznar, jamás hubiera estado justificado castigar por ello al gobierno que se presentaba a la reelección, porque no podemos darle a los terroristas lo que quieren. Pero además, porque tampoco el Ministerio del Interior ocultó, al contrario de lo que se dijo (otra mentira en forma de muñeca rusa), los indicios que parecían apuntar a la autoría islamista, sino todo lo contrario: los comunicó a la población casi en tiempo real, a diferencia de la oposición y sus medios afines (cadena SER), que llevaron a cabo una intoxicación en toda regla que será objeto de análisis preferente para historiadores futuros.


Pero es que ahora podemos afirmar con base científica, gracias al informe del químico Antonio Iglesias (Titadyn, La Esfera de los Libros), que esta mentira se construyó aún sobre el círculo último o penúltimo de otra: La de la investigación policial y judicial. Sabemos, con más que razonable certeza, que una parte de las fuerzas de seguridad manipuló las pruebas (traspapelando o destruyendo algunas, y creando otras falsas) para ocultar la naturaleza del verdadero explosivo utilizado para matar a 192 personas. Y sospechamos, en buena lógica, que a consecuencia de esta manipulación, seguimos sin conocer a los verdaderos autores de la masacre (por lo menos a los instigadores).

Podríamos seguir analizando la formidable máquina de mentiras concéntricas, sobre las cuales se erige el régimen que Rodríguez Zapatero aspira a crear, pero deseo pasar ya a una reflexión ulterior.

El socialismo por ahora está venciendo en toda regla. Lo que me lleva a esta conclusión tan pesimista es que la mera exposición de la verdad ya no produce apenas efectos visibles en esta sociedad anestesiada. En otro país de Occidente, el informe del químico Antonio Iglesias, o las afirmaciones sostenidas por el abogado José María de Pablo en otro libro reciente, habrían provocado una hecatombe política sin precedentes.

Cierto que la mayoría de conclusiones que presentan estos autores fueron ya anticipadas o entrevistas por investigaciones periodísticas previas (básicamente del periódico El Mundo y del experto Luis del Pino), pero hasta ahora las maniobras de confusión de los medios afines al gobierno podían contrarrestarlas, aprovechándose de la ignorancia general en las cuestiones técnicas y científicas que eran objeto del debate. (¿Cuántos habíamos oído hablar antes de la metenamina?)

Sin embargo, ahora que una persona de la autoridad del perito químico Antonio Iglesias ha expuesto de la manera más rigurosa y fehaciente el estado de la cuestión sobre el arma del crimen, a esos mismos medios, que son casi todos, les basta el silencio para que aquí no ocurra nada. Y en efecto, no está ocurriendo nada. (Ya veremos las repercusiones del valiente y ejemplar "Yo acuso" de Pedro J. Ramírez) Nos deslizamos hacia el periodo de larga siesta veraniega, sin que ni un solo indicio nos permita presagiar que la sociedad civil vaya a reaccionar contra el gobierno que se asienta sobre tal estructura de mentiras perfectamente trabadas, ni por tanto vaya a obligar a la oposición mayoritaria a salir de su estado de hibernación permanente (estos empalman directamente con la siesta estival).

A veces, por continuar con la metáfora, dentro del sueño cobramos súbita conciencia de estar soñando, es decir, nos apercibimos de que todo es mentira, pero no terminamos de despertar, porque el sueño puede que sea agradable, ¡o incluso se halle dentro de otro sueño! Quienes viven objetiva o subjetivamente de las ilusiones del socialismo, sólo con gran dificultad renunciarán a ellas. Y muchos que votaron a Rodríguez Zapatero en el 2004, seguramente siguen siendo renuentes a admitir que fueron patéticamente manipulados por un golpe de estado mediático y quizás no sólo mediático, o por decirlo vulgarmente, engañados como chinos. Eso siempre es duro de reconocer. Pero al mismo tiempo, nada es más liberador. Hay que ayudarles, por nuestro propio interés y el suyo, a salir del círculo de la mentira más interior, y luego, círculo por círculo, hacia el mundo exterior, el mundo real.