Una mujer de 33 años con cuatro hijos, entre ellos una bebé de 16 meses, tiene perfecto derecho a mantener una relación amorosa con un joven de 25 años al que apenas conoce.
Una mujer de 33 años con un bebé a cargo también tiene la obligación de mantener una conducta responsable, aunque solo sea por la criatura que depende de sus cuidados.
Una mujer de 33 años con cuatro hijos tiene la experiencia suficiente para saber que los varones jóvenes sin ocupación conocida son potencialmente individuos peligrosos. Aunque no conozca las estadísticas, y aunque no se lo hubieran dicho sus padres, debe imaginar, por puro sentido común, que un porcentaje muy alto de los delincuentes son varones jóvenes.
Una sociedad que confunde el "derecho a x" con "x no tiene nada de malo" o incluso "x es sanísimo" es una sociedad inmadura, degradada, en la cual es más fácil que ocurran tragedias como la que hemos conocido hoy: Días después de su desaparición, una niña de 16 meses ha sido encontrada muerta.
Las relaciones efímeras, los "otros modelos de familia", la "libertad sexual" convertida en valor supremo (por encima del amor, la fidelidad y la familia "tradicional") conducen a esto, a la desprotección de los niños. Que caiga todo el peso de la ley (demasiado liviano, por desgracia) sobre el repugnante asesino y sus posibles cómplices. Y que caiga de una vez la venda de los ojos de una sociedad que sigue creyendo en la utopía de la "liberación" de la moral, que es como si los peces quisieran "liberarse" del mar. El ser humano es un ser moral. Cuando se lo desarraiga de su medio, su vida se convierte en un errar sin sentido, como el pez que da vueltas incansablemente en una pecera. Lo habíamos sabido siempre, pero nos empeñamos con verdadera obcecación en desaprenderlo.