Este año mi mujer y yo queríamos renovar nuestro belén y, en el mercadillo que todas las navidades se instala en la Rambla Nova de Tarragona, encontramos una bonita figura que nos gustó más que el tradicional pesebre de estilo supuestamente "realista". Es un nacimiento de cerámica, de una sola pieza, en el que no aparecen más que el niño Jesús, la Virgen María y San José, y que en el interior permite colocar una vela, cuya luz se difunde a través de una especie de ventanuco en forma de estrella. Lo hemos puesto al pie del árbol (otro símbolo cristiano), y en lugar de la vela hemos colocado una de las luces con las que iluminamos el abeto de plástico. Hemos rescatado de nuestro viejo belén el buey y la mula, un ángel que hemos colgado de una de las ramas del árbol, e incluso hemos mantenido una figurita de San Nicolás, a la derecha del nacimiento. Todo puede parecer muy sincretista, pero lo importante es recordar el significado de la iconografía, manteniendo el motivo central del nacimiento de Cristo. No sabemos cómo debió ser el pesebre al que se refiere el evangelio de San Lucas. Creo que a todo cristiano le gustaría, si fuera posible, viajar atrás en el tiempo, como en las novelas de J. J. Benítez (de las que tuve bastante con leer en diagonal la primera parte de Caballo de Troya), para poder contemplar ese momento irrepetible de la historia, junto con la crucifixión. Sin embargo, hay razones metafísicas profundas para suponer que el viaje al pasado es imposible. Si el pasado pudiera reescribirse, si los actos humanos pudieran borrarse una vez realizados, la libertad humana sería una quimera, como en ciertas especulaciones de la física cuántica sobre universos paralelos, en los que infinitos dobles nuestros viven todas las vidas posibles, cometen todas las heroicidades y todas las ignominias. Y sin la libertad, no habría ni pecado, ni salvación, ni Dios. No, estoy firmemente convencido de que ni siquiera Dios puede hacer que lo que ha sucedido no haya sucedido nunca, porque es una contradicción lógica, y ya Santo Tomás de Aquino afirmó que no limita la omnipotencia divina decir que no puede hacer algo contradictorio, porque una contradicción, algo que es y no es a la vez, no es nada. Así que el Nacimiento y la Pasión estarán para siempre vedados a nuestros ojos, por mucho que avance la tecnología. Hecho que está ligado inextricablemente al misterio del tiempo, de la Creación y de la Salvación. Y para celebrar este misterio nos reunimos las familias cristianas, comemos polvorones y bebemos champán. ¡Feliz Navidad a todos!