En una entrada anterior expuse mi posición genérica sobre la actitud que debería adoptar Occidente ante las dictaduras. En resumen, se podría definir como una especie de neoconservadurismo con matices conservadores clásicos. Para entendernos, esto significa que habrá casos en que por razones geoestratégicas no nos quedará más remedio que entendernos con regímenes moralmente indeseables, y habrá otros, por el contrario, en que estará justificada una política de intervención más o menos agresiva, con el objetivo de favorecer a la oposición democrática interna, o incluso una actuación militar desde el exterior. ¿Cínico pragmatismo? ¿Imperialismo? Que cada cual piense lo que quiera.
Creo que las prioridades de Occidente son, por este orden: Uno, defender su propia existencia. Dos, defender la democracia liberal fuera de su propio ámbito geográfico. Lo segundo, sin duda, es lo que más puede contribuir a lo primero, pero no siempre es factible. El utopismo y el buenismo, dejémoslos para los progres.
Aplicado a Egipto, esto quiere decir que aunque Estados Unidos, Europa e Israel se puedan haber equivocado apoyando durante tanto tiempo a Mubarak, es muy fácil decirlo ahora. Y resulta gracioso que quienes más culpan a Occidente y "los mercados" (por emplear el latiguillo de moda) de sostener a las corruptas dictaduras árabes, sean en gran parte los mismos que hablaban casi con arrobo del régimen "laico" y "moderno" de Sadam Hussein. Y que no expulsaran hasta ayer de la Internacional Socialista al partido de Mubarak, como hace unos días hicieron con el depuesto dictador de Túnez. Por no hablar de "las relaciones de amistad y cooperación entre el PSOE y el Partido Baas Árabe Socialista", que sigue gobernando en Siria tras su ilegalización en Irak. Pero claro, la culpa de que existan regímenes autoritarios es del capitalismo y bla bla bla.
Evidentemente, el detonante de la crisis en Túnez y Egipto es el empeoramiento de las condiciones de vida de la población, como consecuencia de la crisis económica global. Pero en países mucho más pobres no se observa un estallido social. Esto es un principio general: Las revoluciones se producen precisamente allí donde una parte de la población ha llegado a adquirir una cierto nivel económico y cultural. El papel de las redes sociales en las revueltas del norte de África ha sido obvio desde el principio y esto, en efecto, es Occidente y es el mercado libre, en cuyo seno han surgido internet, Google, Facebook y Twitter. La causa última de las revueltas árabes, miren por donde, no va a ser otra que la globalización salvaje neoliberal imperialista.
Desgraciadamente, nada garantiza que la democracia triunfe a medio plazo. La globalización no es un proceso determinista que genere automáticamente sistemas parlamentarios basados en el respeto a los derechos humanos. Ahí tenemos el sangrante ejemplo de China. Pero sí es una condición necesaria para que las libertades terminen arraigando.
Quienes sostienen que el capitalismo global es algo terrible, que comerciar o invertir equivale a robar, desde el acomodado estilo de vida que disfrutan en los países desarrollados (gracias a la inversión y el comercio) contribuyen ideológicamente a que los menos desarrollados no sigan ese camino, y por tanto permanezcan en el estancamiento y el autoritarismo, sea de tipo nacionalista, socialista o islamista. Dicen deplorar las dictaduras, pero principalmente cuando éstas no manifiestan abierta hostilidad a Occidente. Cuba y Venezuela por lo general les molan. De hecho, suelen estar más ocupados condenando a Israel o a Estados Unidos que no a dictaduras de ningún tipo. Que hoy se acuerden de los tunecinos y los egipcios es poco creíble, sobre todo cuando se empeñan en interpretar cualquier acontecimiento para insistir en los mantras de siempre. No aprendieron nada de la caída del muro de Berlín y no aprenderán tampoco nada ahora.
jueves, 3 de febrero de 2011
La causa de las revueltas árabes
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