domingo, 15 de noviembre de 2009

Llamemos burradas a las burradas

Julio Anguita es uno de esos políticos que suscita simpatía entre gente de ideas incluso opuestas a las suyas. No es mi caso. Que los fanáticos sean personas moralmente intachables no es algo tan sorprendente; de hecho, suele ser ser la norma. Pero como decía Cioran, en su inolvidable Breviario de podredumbre:

"Si se pusiera en un platillo de la balanza el mal que los 'puros' han derramado sobre el mundo y en el otro el mal proveniente de los hombres sin principios y sin escrúpulos, es el primer platillo el que inclinaría la balanza. En el espíritu que la propone, toda fórmula de salvación erige una guillotina..."

Julio Anguita, en la medida en que ejerció una oposición insobornable al felipismo, hizo sin duda más bien que mal, pero si hubiera llegado a tener un poder superior al de alcalde, ¡pobres de nosotros!

Este fin de semana he escuchado la entrevista (partes I y II) que le ha realizado Luis del Pino en esRadio. Aunque han hablado de diversos temas, en mi opinión, algunas de las burradas que ha dicho el señor Anguita son de tal calibre que lo demás resulta secundario. Ha dicho por ejemplo, que el fundamentalismo islámico tiene su origen en el subdesarrollo. O sea, que la financiación de los dos mayores productores de petróleo de Oriente Medio, Arabia Saudí e Irán, no tiene nada que ver. Y Bin Laden era un pastorcillo, vamos.

Más delirante ha sido cuando se ha referido, interrogado por Luis del Pino, al muro de Berlín. Después de soltar la rutinaria estupidez de compararlo con el muro de Palestina (construido para proteger a los ciudadanos de los terroristas suicidas, no para evitar que huyan, leve diferencia), ha llegado a sugerir que el problema no era el comunismo, sino que la clase política del Este estaba corrompida y sobornada por Occidente. Vamos, ¡le ha faltado un pelo para decir que el muro lo erigió el capitalismo!

Por último, al final de la entrevista se ha referido a la próxima cita internacional de Copenhague sobre el cambio climático, y ha profetizado la extinción de la especie humana si no se toman medidas, tema en el que, asegura, está trabajando ahora. Nada, que este hombre está empeñado en salvarnos como sea. Como Robespierre, Lenin y otros salvadores ilustres de los últimos dos siglos y pico. Lo único que me tranquiliza es que ya está un poco mayor para poner en práctica tan nobles ideales.