Me entero por un tuit de Enric Juliana, director adjunto de La Vanguardia, que el PSC ha propuesto eliminar la misa de los actos oficiales de la diada de Sant Jordi en Cataluña. Traduzco del catalán a Juliana: "Querer cargarse la misa de Sant Jordi -propuesta PSC- es una estupidez radical-chic-francesa." Y se pregunta retóricamente: "¿Aniquilar la tradición es de izquierdas?"
En esta pregunta subyacen dos premisas de las que discrepo. Una es que el catolicismo es ante todo una tradición, como la sardana, el tortell (roscón) de Reyes o que Nadal gane el Torneo Godó. El catolicismo no sólo es más que eso, sino que cuando nos lo tomamos en serio, puede incluso chocar con la tradición. A esto aludió Jesucristo cuando dijo que no había venido a traer paz, sino espada. La tradición merece respeto, no idolatría. De lo contrario se convierte en folklore museizado, es decir, en nacionalismo.
La otra premisa es que la izquierda, en esencia, no va contra la tradición. Pero entonces, me pregunto yo, ¿qué es la izquierda? Si la izquierda no va contra la tradición ni, más propiamente hablando, contra el catolicismo, ¿quién asesinó a miles de católicos en la guerra civil? ¿Quién promueve un día sí y otro también campañas anticlericales y anticristianas, y se empeña en promover cambios legislativos que pretenden transformar la mentalidad de una población mayoritariamente creyente? ¿Querrá hacernos creer el señor Juliana que estos hechos son "excesos" de algunos "incontrolados" que no tienen nada que ver con el socialismo ni la ideología de género?
La izquierda que viste ropa de marca es mil veces más peligrosa que los perroflautas en camiseta de la CUP, y hasta me atrevo a decir que los macarras de Bildu -que me perdonen los macarras. Esa izquierda inteligente se beneficia del contraste con los extremistas, pasando por moderada y civilizada. Sibilinamente, desde los años sesenta y en todo Occidente, esta izquierda que envía a los hijos a estudiar a caros colegios con frecuencia religiosos, y a Estados Unidos, ha logrado popularizar su cosmovisión anticristiana y anticapitalista pa'l pueblo. Y sus aliados objetivos más útiles son personas como Enric Juliana, que todo lo cifran en las apariencias y una honorabilidad de aire siciliano. Atacar a la Iglesia es para ellos algo de tan mal gusto como hablar del "tres por ciento" en el parlamento catalán. Más que nada porque puede haber personas tan simples que, por reacción, lleguen a pensar que el catolicismo es algo más que una tradición simpática, y que la política debería ser algo más que saquear una comunidad autónoma culpando luego a Madrid de que no hay dinero suficiente para hospitales.
Los católicos ya podemos cuidarnos de la izquierda inteligente y de defensores como Enric Juliana. Estos son más peligrosos que la izquierda comecuras, que al menos se retrata a sí misma en su estulticia y nos ayuda a ponernos en guardia. Más que los que quieren aniquilar al catolicismo de manera demasiado evidente, me preocupan los que pretenden dormirlo.