"...resulta ya ineludible escapar de la maldita ecuación que liga el bienestar con el crecimiento económico ilimitado: en un mundo finito no es posible el crecimiento infinito. En la hora actual no se trata de crecer más sino de repartir mejor. De idear un plan nuevo de convivencia -más justo o menos feroz- entre los habitantes de una Tierra que no está hecha para acoger una industrialización como la que han vivido los países tempranamente industrializados..." [Negritas mías.]
Lo que sí es digno de nota es quién escribe esto, contra quién lo dirige y, sobre todo, a quién pretende engañar. El autor es el eurodiputado de UPyD, Francisco Sosa Wagner, en un artículo titulado "El alcohólico y su botella", que se puede leer en la edición impresa de El Mundo de hoyayer, así como en la web de UPyD. Sosa Wagner parte de un libro recién publicado en Alemania por Meinhard Miegel, profesor cercano a la CDU, para establecer una confusa amalgama de la que llama "religión del crecimiento" con las políticas de endeudamiento keynesiano, lo que le permite halagar al lector conservador, y potencial votante de UPyD, como si su alegato fuera contra la "progresía oficial".
Lo más gracioso es cuando habla de la "actitud reaccionaria" de "quienes blasonan de izquierdismo". Me pregunto si puede haber algo más reaccionario que oponerse al crecimiento económico, lujo que sólo pueden permitirse, evidentemente, las personas acomodadas de Occidente. Dígaseles a los mileuristas (no digamos ya a los africanos) que ya está bien la broma, que se acabó eso de querer prosperar materialmente a toda costa... ¿Pues qué se han creído? A ver si ahora cualquier camarero pretenderá que sus hijos estudien en Stanford, y cualquier nigeriano querrá tener lavavajillas...
Por supuesto, la tontería del "mundo finito" se basa en el olvido de una de las primeras lecciones de cualquier manual de economía mínimamente serio: Que los recursos no permanecen constantes en el tiempo, sino que están en función de la innovación tecnológica. Y la idea de que lo importante no es crear riqueza, sino repartirla, ha sido refutada de manera tan contundente por la Historia (además de por la teoría), que el hecho de que personas inteligentes y cultas sigan empeñadas en defenderla provoca un sentimiento mezcla de melancolía y desesperación. ¿Pero no se ha demostrado hasta la saciedad que todos los intentos políticos (es decir, coactivos) de redistribución, al asfixiar la productividad, no sólo no reducen la pobreza, sino que la incrementan? Pues el catedrático Sosa faltó ese día a clase, por lo visto.
El liberalismo siempre ha sufrido ataques procedentes tanto de la izquierda como de la derecha realmente existentes. Este blog lleva tres años posicionándose en la derecha liberal, pero aquí me refiero a la clase política que padecemos, no al debate intelectual. Y hoy, tanto los hunos como los otros emplean el argumentario ecologista con total descaro. Zapatero con sus cretineces ("la Tierra pertenece al viento") y su empeño en regalarle el dinero de los contribuyentes a las compañías de "energía verde"; Juan Costa, del PP, con su "revolución imparable", una recopilación de sobados tópicos a la mayor gloria de Gaia; y ahora se suma a la fiesta UPyD. Por cierto, y dicho sea desde el respeto y la admiración: Federico, ¿cuándo te caerá la venda de los ojos con este partido?