Dos son los indicios que me llevan a desconfiar del candidato del Partido Verde. El primero, que el principal mérito que se le atribuye es "una honestidad inquebrantable". Supongo que con ello se refieren a que no se le ha sorprendido nunca robando, pero entonces cabe preguntarse si del resto de candidatos no puede decirse lo mismo. Cuando la principal virtud que algunos hallan en un político es lo mínimo que se le puede exigir, que no es un ladrón, no es como para quedarse muy tranquilo. ¡Faltaría más que no fuese honesto quien pretende alcanzar la máxima magistratura de un país!
Pero hay un segundo indicio que me parece mucho más decisivo, casi definitivo. Y es que según la corresponsal Salud Hernández, los medios de comunicación y los columnistas de opinión "apoyan con abrumadora mayoría" a Mockus. ¡Ya está, ahora sí que no tengo ninguna duda! Cuando los periodistas, mayoritariamente, están del lado de un político, es que nos encontramos ante un individuo peligroso, y puede que incluso nefasto. Que me perdonen los buenos profesionales, que los hay, pero es que no falla: este gremio no sé qué tiene, que sistemáticamente siempre se alista a las peores causas, se derrite ante todo lo que suponga entronizar el relativismo buenista, el apaciguamiento que sólo sirve para reforzar a los tiranos y a los criminales (valga la redundancia), ante las retóricas melifluas y cargadas de presupuestos ideológicos redentores. O sea a los Obamas, Zapateros y Mockus, que cultivan un "nuevo estilo de hacer política" y no hacen más que resucitar los mismos viejos errores de siempre en los que incurren las sociedades humanas, las falsas soluciones fáciles, adornadas por el lenguaje de un moralismo insustancial, que no compromete a nada, porque basta con que el líder sea bienintencionado ("progresista") para que casi todo se le perdone. Al menos, hasta que provocan una catástrofe, como le ha pasado a Zapatero, al que prácticamente ya sólo defienden los hooligans tipo Enric Sopena. Por eso no me fío de Mockus: porque les gusta a los periodistas.