A Joaquín Sabina le da "miedo" la previsible victoria del PP el 20-N. Se acuerda de cuando tenía ocho años, de "los guantazos de los salesianos y el nacionalcatolicismo". Mucho retrocede en el tiempo, le bastaría recordar cuando tenía 48 años y gobernaba Aznar. Aquello sí que fue duro, con la misa televisada obligatoria en todos los canales, el rezo del Padrenuestro de rodillas al empezar las clases en los colegios y la Guardia Suiza pontificia vigilando a los diputados en las Cortes, con sus amenazantes alabardas.
La izquierda, por cierto, critica a la Iglesia por "no estar a la altura de los tiempos", pero conspicuos representantes de ella, sección farándula, como Sabina, Serrat, Almodóvar, etc, viven todavía en los años cincuenta, recreados con mucho morbo retrospectivo. Aunque sean buenos cantantes o directores de cine, creo que lo serían aún más -lo son a veces- si se desprendieran de ese lastre entre sentimentaloide, nostálgico e ideológico.
Pero lo que realmente maravilla es la capacidad de la izquierda para saltarse la memoria, la verdad y la lógica. Cada contienda electoral la presenta -tiene esa habilidad- como si estuviéramos decidiendo entre franquismo y democracia, como si la derecha no hubiera gobernado con Suárez ni con Aznar, como si la derecha no hubiera abolido la mili, no nos hubiera integrado en el euro (¿por qué devaluación de la peseta iríamos ahora?), no hubiera contribuido a crear millones de puestos de trabajo y no hubiera permitido que Sabina, Serrat o Almodóvar compusieran sus canciones o sus películas.
Dicen tener miedo del PP, ellos, los mismos que piden el voto para el PSOE, un partido que no dudó en aprovecharse electoralmente del peor atentado terrorista de nuestra historia. Un partido que cada vez que ha gobernado ha dejado al país prácticamente en quiebra. Un partido que es capaz de entregar una provincia entera a los etarras y al mismo tiempo, con infinito cinismo, afirmar que su política antiterrorista es un éxito. Y un candidato, el del PSOE, que con este panorama dice que su prioridad es una ley de eutanasia...
A mí la izquierda no me inspira miedo, exactamente. Pero sí hartazgo y, sobre todo, asco, mucho asco.