Ayer Mariano Rajoy habló de Mariano Rajoy. Dijo que él es una persona que sabe escuchar, también callar cuando conviene, que tiene la capacidad de ponerse en el lugar del otro. Habló de gratos recuerdos que guarda "en mi cabeza y en mi corazón". Y añadió: "Sé lo que estoy haciendo".
Bueno, si Rajoy sabe lo que está haciendo, evidentemente nos quedamos mucho más tranquilos. No hace falta ni que nos lo explique, ni mucho menos que lo demuestre, confiamos ciegamente en él. ¿Qué importan las ideas y los actos? Lo importante es contar con la prudente guía y la sabiduría inmarcesible de Nuestro Líder.
Hace unos días, el presidente de Nuevas Generaciones del PP, Nacho Uriarte, preguntado sobre el posicionamiento ideológico de su compañero Pablo Casado, dijo: "Me gustaría en vez de oír tanto soy liberal, escuchar soy del PP". Claro, es verdad. ¿Cuál va a ser la ideología del PP, si no es el pepeísmo? Liberalismo, conservadurismo, todo eso son aproximaciones imperfectas, escalones evolutivos hacia la verdad definitiva, que es el pepeísmo, más concretamente su forma superior y puesta al día, el rajoyismo. Los principios de este sistema filosófico, con el cual concluye la milenaria historia del pensamiento, son harto sencillos: 1º: Rajoy sabe lo que está haciendo. 2º: Cuando parece que se equivoca, en realidad lo hace para despistar al adversario, para que se confíe. Y el resto se deduce de los dos primeros. Vamos, lo que la sabiduría popular siempre ha expresado con aquel profundo aforismo, "El Jefe siempre tiene la razón". Cuántos debates y disquisiciones inútiles nos permite ahorrarnos tan elemental aserto.
Bien es cierto que el camino ya lo había marcado Aznar, recuerden su famoso "cuaderno azul". Es lo que tiene el culto al líder, que se hereda. Y como el líder no puede equivocarse, no hay de qué preocuparse, tenemos la seguridad de que siempre escogerá al mejor sucesor posible, aquel que tenga una comprensión más profunda de las esencias del pepeísmo.