martes, 5 de febrero de 2008

¿Por qué tanto odio?

Me pregunto de dónde brota un odio tan intenso contra los clérigos. ¿Se debe acaso al recuerdo de la Inquisición? Durante la guerra civil fueron asesinados unos 7.000 religiosos. Pero difícilmente podían sus asesinos recordar la última ejecución por herejía dictada en España, ocurrida más de cien años antes. ¿Se podría explicar como un rencor generado por la cercanía de la Iglesia a los ricos? Esto resultaría tan sorprendente como si se persiguiera a los médicos o a los abogados por estar cerca de los más acomodados, afirmación que sería aproximadamente igual de inexacta. Sin embargo, algo de media verdad hay en ello, en el mismo sentido en que por ejemplo antisemitismo y anticapitalismo suelen ir unidos. De hecho, la tremenda explosión de odio anticlerical de los años treinta a lo que recuerda precisamente es a las persecuciones contra los judíos, tan cercanas en el tiempo. Su irracionalidad, su bestial crueldad, su atmósfera de propagación de bulos, y su instrumentación por demagogos sin escrúpulos, constituyen rasgos inconfundibles.

Actualmente hay quien trata de mantener encendidos los rescoldos de aquel incendio. Se pretende que existe el peligro de un regreso del oscurantismo. Pero ¿qué se entiende por tal? ¿Que se prohiba el aborto? Dudo que poder abortar legalmente sea una de las preocupaciones principales de una persona normal, ni siquiera de esas desgreñadas que se manifiestan por el derecho a “disponer de su cuerpo”. La propaganda, en este tema como en el de la eutanasia, recurre como siempre a la dramatización, generalmente basada en casos reales, convenientemente manipulados para su aprovechamiento sentimental. La niña embarazada cuya vida –nos aseguran- está en peligro, el tetrapléjico al que una legislación insensible le obliga a permanecer postrado contra su voluntad... Pero si alguien insiste en señalar casos que incitan a reflexiones en el sentido opuesto, como por ejemplo las clínicas de abortos ilegales, o las proezas del Dr. Montes, se le tilda de reaccionario.

El oscurantismo que hoy nos amenaza realmente todos sabemos de dónde proviene, y no es precismente del Evangelio. ¿Por qué no vamos a poder distinguir religiones mejores o peores? ¿Qué clase de burda simplificación, de penosa incuria intelectual se quiere hacer pasar por pensamiento avanzado?

El cristianismo molesta a muchos porque forma parte de su esencia el concepto de responsabilidad individual, y hoy vivimos bajo un bombardeo constante de mensajes halagadores de una falsa ética indolora. Después existe una minoría que se opone a él porque honestamente cree que es falso. Si se replica que tal falsedad no ha sido establecida, nos dicen que tampoco se ha refutado la existencia de Zeus, o Afrodita, como si de lo que se tratara aquí fuera del dogma trinitario, o de la transubstanciación. Pero en el fondo lo que se rechaza es toda concepción trascendental de la existencia, lo cual jamás ha tenido nada que ver con el progreso del conocimiento y de la técnica.

Uno de los episodios más memorables de la deliciosa Hannah y sus hermanas, es aquél en el que vemos a un angustiado Woody Allen tratando de encontrar el sentido de la vida, mientras deambula por su amado Manhattan. Tras probar con cómica superficialidad varias religiones, cree encontrarlo no en un templo, sino en un cine en el que están proyectando una película de los hermanos Marx. Bueno, la broma podrá gustar más o menos, pero con ella no se hace escarnio de creencias venerables, sino al contrario, parte de la base de que existe en el hombre una búsqueda del sentido. Me parece mucho más inteligente la visión trágico-humorística del cineasta neoyorquino que no cierto positivismo que cree poder despachar el tema con una serie de generalizaciones vacuas. Siempre simpatizaré con un judío agnóstico que se ríe de sí mismo, aunque no eluda algunos tics de la progresía. Por el contrario, cierta clase de comecuras de ocasión con traje de gala de los Goya sólo consigue provocarme hastío.