miércoles, 21 de noviembre de 2007

Volvamos al trueque

“… Fomentar dinámicas alternativas al modelo de consumo actual, cambiar el concepto de valor monetario por el valor utilitario de los objetos… ahorrar recursos… cubrir necesidades sociales y fomentar las relaciones sociales y de vecindad.”

Así enumera sus objetivos la web de intercambio no monetario de objetos DonoCanvioNecessito del Ayuntamiento de Reus (Tarragona), cuya existencia descubría esta mañana escuchando a Frederic Recasens, en COPE Tarragona. Por supuesto, la traducción es mía, no vaya nadie a pensar que los castellanohablantes tienen algún derecho a intercambiar algo, navegar por la web municipal o tener información sobre cualquier aspecto que les interese o les afecte.

Hace unos días visité la encantadora ciudad italiana de Merano, en el Tirol del Sur. Me llamó la atención el civilizado bilingüismo alemán-italiano que se aplica sistemáticamente en el callejero, en las señalizaciones viarias, en los establecimientos públicos y privados, etc. Y luego en Cataluña presumimos de nuestro modelo de convivencia lingüística. El provincianismo es muy atrevido.

Pero me desvío del tema. Paso por alto la cuestión de que la administración gaste el dinero de los contribuyentes en la promoción de redes de comunicación social. Yo había pensado, ingenuamente, que para eso no se requiere la intermediación de ninguna burocracia; que bastaban, por ejemplo, algunas de las millones de webs privadas que existen.

Tampoco quiero detenerme en el hecho de que ese gasto se lleve a cabo al mismo tiempo que se hacen cantos al ahorro y la ecología, aunque sería un digno tema de reflexión si el dispendio en autobombo publicitario de las políticas medioambientales se compensa con la efectividad real de éstas.

A mí lo que de verdad me ha conmovido es eso de cambiar el valor monetario por el utilitario. Resulta que la utilidad de las cosas es algo que no se puede medir con el vil metal. Que en el Neolítico lo hacían mucho mejor que nosotros. ¡Qué tiempos aquéllos, en los que unas cabezas de ganado podían intercambiarse por trigo o aceite, sin moneda acuñada de por medio! Hombre, muy cómodo no es que fuese, pero desde luego lo que no había era atracos a sucursales bancarias. Así que ya sabemos en qué consiste el progreso. Volvamos hacia atrás, hacia esa Edad de Oro en que todo el mundo era feliz, salvo breves interrupciones por epidemias, hambrunas, plagas, guerras, esclavitud y catástrofes naturales. ¿Y lo sostenibles que eran esas edades?

Lo de menos casi es que en el Ayuntamiento de Reus gobierne el mismo tripartito de izquierdas que en la Generalitat. No me sorprendería que lo imitasen administraciones de todos los colores. La estupidez es contagiosa, tanto como persistentes son ciertas nociones económicas medievales. O neolíticas.