lunes, 17 de febrero de 2014

Las respuestas fáciles

Las respuestas fáciles son aquellas que no nos exigen nada, que nos conceden lo que queremos. En moralidad sexual, hace décadas que las sociedades occidentales se han deslizado gradualmente hacia una permisividad sistemáticamente confundida con el progreso civilizatorio, pese a que se basa en ideas que tienen al menos dos mil trescientos años. Fernando Savater, en su gran éxito Ética para Amador, las proclama con franqueza:

"En el sexo, de por sí, no hay nada más 'inmoral' que en la comida o en los paseos por el campo (...). No sólo es que 'tenemos' un cuerpo (...), sino que somos un cuerpo, sin cuya satisfacción y bienestar no hay vida buena que valga. (...) Cuanto más se separa el sexo de la simple procreación, menos animal y más humano resulta."

Básicamente, es la misma concepción que resumió Diógenes el Cínico con uno de sus célebres chistes, en el que alaba la masturbación diciendo que "ojalá frotándome el vientre pudiera saciar el hambre". Por supuesto, Savater, que dirige su libro a su hijo de quince años, matiza todo lo matizable, nos habla de responsabilidad y todas las consabidas sensateces. Eso es definitorio de los progres, y Savater, inteligente y leído, no deja de ser un progre: nunca llegará con sus conclusiones hasta el final.

Porque si el sexo es algo tan trivial como comerse un bocadillo, ¿por qué narices la inmensa mayoría de las parejas se exigen fidelidad mutua? ¿Por qué desaprobamos la pedofilia? ¿Por qué no se saca mucha más gente un sobresueldo prostituyéndose a tiempo parcial?

Y que el sexo desvinculado de la procreación nos aleja de los animales, por supuesto es un disparate; la verdad es exactamente la contraria. Sólo el hombre conoce el nexo causal entre el coito y la fecundación, y sólo el hombre es capaz de resistirse racionalmente al instinto. Son los animales los que copulan por puro deseo sexual siempre que se presenta la ocasión.

Lo malo de las respuestas fáciles es que conducen a las "soluciones" fáciles como el aborto. Decenas de miles de seres humanos en gestación son sacrificados cada año en el altar del "progreso", en los tiempos del mapa del genoma humano, porque es más fácil cerrar los ojos ante una ecografía que parir un hijo, criarlo y educarlo.

Empezamos por ideas simplistas sobre la vida buena y terminamos en la vida fácil, y en la muerte fácil, que llaman eutanasia (buena muerte). Creíamos que nos alejábamos de los animales, pero hemos elegido el camino más fácil, que conducía al establo y de ahí al matadero.