jueves, 21 de junio de 2007

Dextrofobia

Si algo bueno tiene la derecha, cuando no se avergüenza de su propio nombre, y se atreve a expresarse fuera de vacuas retóricas centristas y todo eso de la buena gestión, etc, es que por definición no puede ser seudoprogresista. El mero hecho de que alguien ose ir contra la corriente de lo políticamente correcto ya merece mis simpatías, incluso cuando sus motivos sean distintos de los míos. Abundan quienes se sienten obligados a aclarar, siempre que denuncian las falacias de la progresía, que "yo de derechas no tengo nada". Acostumbran a personalizar, blasonando de su antipatía hacia tal o cual figura de la derecha política o mediática (Aznar, Acebes, Jiménez Losantos; el ritual suele circunscribirse casi siempre a los mismos), dando por sentado que todos estamos al tanto de las razones por las que tales personajes son supuestamente impresentables. Quizá una íntima carencia de seguridad en las propias convicciones lleve a algunos a preocuparse en exceso del qué dirán cuando las exponen, entre toda clase de cautelas, ojo, que no me confundan con... Naturalmente sólo consiguen que sus adversarios ideológicos se crezcan, al informarles involuntariamente de que tienen un punto débil, de que ya han interiorizado las demonizaciones preferidas de la izquierda, y por tanto pueden serle útiles en determinado momento. Bastará que un día, cualquier comisario intelectual condescienda a mencionarles con envenenada aprobación, para reducirlos a la nada, a ser asimilados por el establishment. Les estaría bien empleado.