viernes, 23 de mayo de 2014

Lo que está en juego el 25 de mayo

En las elecciones del 25 de mayo, lo de menos es si ganará el PP o el PSOE. Ya sabemos que ganarán los dos, una vez más. La variable realmente nueva será el desgaste que sufrirá este bipartidismo imperfecto reforzado por los nacionalismos vasco y catalán, que no hacen más que exacerbar la misma patología estatólatra de corrupción y dependencia sumisa de unos ciudadanos que siguen apostando por quienes creen que les garantizan las pensiones, los subsidios y la falaz gratuidad de unos servicios públicos ineficientes y, a la postre -por una elemental razón demográfica- insostenibles.

Ese desgaste no puede venir de la abstención, que todos dicen deplorar, pero que no afecta al sistema en su conjunto, el cual se reparte el mismo número de escaños sea cual sea la participación. Tampoco puede proceder de las numerosas formaciones de extrema izquierda, ni de las pocas de extrema derecha, que proponen llevar al paroxismo el culto al Estado que ya padecemos, perfectamente compatible con la destrucción de España que preconizan las variantes separatistas y filoterroristas.

La erosión de la partidocracia socialdemócrata sólo pueden precipitarla partidos que propongan (en lugar de ajustes para intentar vanamente perpetuar el sistema, que es lo único que sabe hacer el PP) reducir notablemente el peso estructural del sector público, abolir las autonomías y proteger a las familias naturales, que son las que aportan espontáneamente natalidad y cohesión social. ¿He dicho partidos? Que yo sepa, sólo hay un partido con un mensaje equilibrado que desarrolle estos tres ejes (liberalismo, unidad de España y valores morales), que es VOX. Suena a anuncio electoral, pero no sé expresarlo de manera más exacta.

El eslogan del PP para esta campaña reza: "Lo que está en juego es el futuro". Como ejemplo de trivialidad, es difícilmente superable. ¿Puede haber alguna candidatura que sostenga lo contrario, que diga que el futuro no importa? Bien es cierto que hace tiempo que el futurismo se ha convertido en la ideología oficial del PP. Pero ¿qué futuro tenemos si no se acometen reformas serias? ¿Qué futuro tenemos si un 30 % de los trabajadores del sector privado sostiene al 70 % restante, entre inactivos, parados y empleados que dependen del presupuesto público? ¿Qué futuro tenemos si nacen tan pocos niños, y aún así, permitimos un millón de abortos cada década? ¿Qué futuro tenemos si en regiones enteras se enseña a los escolares a odiar a España?
Se trata de problemas tan formidables que ningún partido político podrá solucionarlos por sí solo, ni de un día para otro. El cambio de mentalidad que se precisa es tan drástico que resulta razonable dudar de que podamos conseguirlo. Porque, evidentemente, no se trata de que una raza de políticos alienígenas nos haya conquistado. Tenemos lo que hemos votado durante años, ni más ni menos, sea por convencimiento o por un miope malminorismo, del que soy el primero en acusarme. Pero el primer paso, o el primer indicador de que no todo está perdido todavía, puede ser el voto a un partido que ha realizado el diagnóstico correcto y no lo ha ocultado acomplejadamente bajo una montaña de medidas inconexas y a veces contradictorias, como estila el PP.

VOX tiene un mensaje nítido, contundente. ¿Cuál es, en cambio, el mensaje del PP? Que estamos en el camino de la recuperación: una idea gris basada en índices macroeconómicos y que en el fondo no deja de ser mentira. Porque tanto con el PP como con el PSOE, lo mejor que nos espera es un largo estancamiento, con cifras de paro de dos dígitos y crecimientos del PIB en los que acecharemos las décimas como un perro que aguarda debajo de la mesa la caridad o el descuido de los comensales.

En medio de ese panorama sombrío, que VOX consiguiera un solo escaño de eurodiputado sería un rayo de esperanza para todos los que coincidimos con las ideas regeneradoras de la nueva formación. Incluso si, por unos pocos votos, no se alcanzara ese objetivo, tampoco debería interpretarse como un fracaso absoluto. El objetivo auténticamente crucial es obtener representación decisiva en las próximas elecciones legislativas nacionales. Hay tiempo para ello, pero debemos empezar ya, y qué mejor forma de hacerlo que votar la candidatura de Alejo Vidal-Quadras, Iván Espinosa de los Monteros, Cristina Seguí, Santiago Abascal y José Antonio Ortega Lara, el próximo domingo. Y si esto les parece también un anuncio electoral (aunque gratuito), no me duele lo más mínimo admitirlo.