El ser humano siempre trata, por naturaleza, de darle sentido a todo, de interpretarlo, de buscar una explicación. Esto forma parte de lo mejor de nosotros mismos. El problema viene cuando esa búsqueda de sentido nos lleva a conformarnos con la primera explicación que se nos pasa por la cabeza. Esto se llama superstición.
Esta mañana han atracado (o intentado atracar) un estanco en mi barrio, San Pedro y San Pablo de Tarragona. A los pocos minutos, la gente en la calle ya estaba relacionándolo con la crisis y lamentando "lo mal que se está poniendo todo". Involuntariamente, estaban justificando en parte la violencia, al explicarla implícitamente como una consecuencia de las penurias económicas.
Es sabido que un hecho aislado tiene un valor explicativo nulo. Cuando no había crisis económica, también había atracos a estancos. Y cuando se termine esta, los seguirá habiendo. Un aumento de la pobreza no tiene por que causar un aumento de la delincuencia. Se necesitan otros factores, principalmente morales. Paradójicamente, relacionar crisis con violencia puede ser uno de esos factores, al proporcionar pretextos ideológicos a los delincuentes.
Yo observo, por otra parte, que las terrazas de bares y cafeterías siguen estando bastante frecuentadas. ¿Deduciré de aquí que no hay más gente que antes que lo está pasando mal? No me atrevería a tanto. Sin embargo, sí tengo la sensación de que una buena parte de los seis millones de parados (según la UE), no están realmente mano sobre mano, sino trabajando en la economía sumergida. Algunos dirán que la crisis se solucionaría si estos ciudadanos pagaran sus impuestos. Yo creo que gracias a ellos, las cosas no están mucho peor.
Un economista me contó que en Holanda los autónomos pagaban unos 50 euros... ¡al año! Aquí, como somos tan ricos, pagamos más de doscientos euros al mes. Algunos todavía creen que el problema es el fraude fiscal. Personalmente, pienso que el problema es el aparato estatal que soportamos. Pero a lo mejor es también una superstición mía.