miércoles, 16 de julio de 2014

La izquierda y el diablo

Ayer, en la presentación de Societat Civil Catalana en Tarragona, escuché una vez más que izquierda y nacionalismo son incompatibles. Esta afirmación es sumamente audaz, como se puede comprobar simplemente recordando algunas siglas: ERC y CUP en Cataluña; Bildu, Sortu y ETA en el País Vasco. Si lo que se pretende dar a entender es que estos partidos y los terroristas etarras no son "en realidad" de izquierdas, en justa contrapartida debería poder decirse que Mussolini, Franco y Pinochet no eran "en realidad" de derechas.

Naturalmente, eso es ridículo. Hay nacionalismos de derecha e izquierda, como hay dictaduras de uno y otro signo. Y es importante dejarlo claro en el momento en que se trata de propiciar que la sociedad civil rompa su silencio frente al separatismo catalán.

José Domingo, secretario de SCC, dijo algo fundamental, y es que en este esperanzador movimiento cívico hay gente de todos los orígenes ideológicos, pero las camisetas partidistas hay que dejarlas en la puerta. Suscribo totalmente la idea, y por ello opino que la presentación del catedrático de Derecho Internacional Santiago Castellà desafinó notablemente al final. Su alegato intempestivo a favor de Ferrer Guardia y el laicismo estuvo de sobras en un acto que pretendía sumar adhesiones en torno a un objetivo común (oponerse al proceso separatista) sin preguntarle a nadie de dónde viene.

Se diría que para algunos no basta la expresión Sociedad Civil, sino que habría que ampliarla a Progresista, Laica y LGBTI. Curiosamente, esto nos recuerda el procedimiento que emplean los nacionalistas, cuando pretenden que sólo se puede ser catalán (en este caso, ciudadano) de una manera. No parece que empezar excluyendo a quienes creemos en el derecho de los padres de educar a sus hijos según sus creencias sea la mejor manera de propiciar la unidad de acción contra los separatistas, que en esto llevan una abrumadora ventaja.

Otro catedrático, este de Literatura Española, ha criticado el Manifiesto de los Libres e Iguales que se dio a conocer también ayer en Madrid, con las firmas de Mario Vargas Llosa y otros muchos intelectuales y profesionales. Horas antes de su publicación, Jordi Gracia acusa al manifiesto de atizar una pelea de gallos entre dos nacionalismos, el español y el catalán; cosa que yo no he logrado ver por ningún lado, pese a que me lo he leído varias veces. Por ello, no puedo evitar sospechar que lo que verdaderamente le impide a Gracia firmar (y estando en su derecho, por supuesto) es el nombre de algunos de los abajofirmantes iniciales, como Federico Jiménez Losantos o Hermann Terstch, bestias negras del agit-prop nacionalprogresista, que los asocia a la espectral "caverna mediática".

En resumidas cuentas, y aunque concediéramos, por hipótesis, que izquierda y nacionalismo son incompatibles, es difícil confiar plenamente en que la primera no prefiera aliarse con el segundo, o si es necesario con el mismo diablo, antes que ser vista en compañía de la plebe con olor a ajo de derechas. Un oportuno ejemplo de ello nos lo ofrece el recién elegido secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, que acaba de solidarizarse con el pueblo palestino de Gaza, no por la dictadura islamista que padece, sino por el enfrentamiento con Israel. No faltará quien diga que izquierda e islamismo tampoco son compatibles. Pero, sinceramente, y vistos los antecedentes, eso no nos tranquiliza lo más mínimo.